El mayor sufrimiento del siglo XX fue la Segunda Guerra Mundial. Una página horrorosa de su historia es el genocidio realizado contra millones de judíos durante el Holocausto. Las lecciones sangrientas del siglo pasado condujeron a la firma de los Convenios de Ginebra relativos a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra y de una declaración común sobre los derechos humanos del 10 de diciembre de 1948.
La guerra y el derecho siempre están en los polos opuestos. La guerra no es una competición de humanismo. En caso de guerra, para limitar el sufrimiento y la pérdida de vidas humanas, todos están obligados a guiarse por el así llamado “derecho del corazón”, Caritas, que es obligatorio al menos respecto a los refugiados.
Siguiendo el principio de Caritas, en el periodo de 1939 a 1944 el Principado de Bulgaria expidió miles de visados a judíos que huían de los nazis en Europa. A este tema poco estudiado ha sido dedicado el nuevo compendio documental del Instituto de Estudios Históricos, adjunto a la Academia de Ciencias de Bulgaria. Su director, el Prof. Daniel Vachkov, cuenta que en el libro El puente de la salvación. Tránsito de los judíos a través de Bulgaria en los días de la Segunda Guerra Mundial, los documentos definen con claridad dos periodos.
El primero es cuando Bulgaria era un Estado neutral y trataba de no involucrarse en la guerra, y cuando hasta la primavera de 1941 a través de su territorio con dirección al Oriente Próximo pasaron por tránsito miles de judíos. El segundo es cuando Bulgaria fue obligada a entrar en la guerra, pero siguió expidiendo los visados para los judíos en escala menor.
“Cabe decir que Bulgaria tenía que manejar muchos factores y a pesar de esto logró llevar una política propia con respecto al genocidio de los judíos, que se perfilaba como un problema horroroso. En el primer periodo de la neutralidad, Bulgaria fue un país de tránsito para los refugiados judíos que ya estaban atrapados en la trampa del dominio nazi en Europa. Atravesaban Bulgaria sobre todo judíos del Centro de Europa, de la República Checa, Hungría, Rumanía y en medida menor, de Polonia.
Estos refugiados llegaron en trenes o en barcos a través del Danubio. Se asentaron por cierto tiempo en los puertos búlgaros después de haber recibido el visado de tránsito y hasta que se organizara su viaje a Palestina, a bordo de distintos buques”.
Los dramas coloniales de Gran Bretaña en el Oriente Próximo resultaron ser un obstáculo para la emigración judía que pasaba por Bulgaria y Turquía. La diplomacia británica protestaba y obstaculizaba el paso de los judíos. Tuvo una suerte trágica el intento de evacuar a 4.500 niños judíos y a 500 adultos que los acompañaban con la ayuda de la Cruz Roja de Suiza. La fuga de información organizada acerca de las negociaciones secretas en los medios de comunicación logró sus objetivos y éstos fracasaron, cuenta el Prof. Vachkov.
“Estas negociaciones se mantenían al más alto nivel, por el ministro de Exteriores. Comenzaron a finales de 1942 y a principios de 1943, cuando Alemania ejerció una presión fuerte para la deportación de los judíos. Esto muestra que el Gobierno búlgaro tenía una actitud hacia los judíos que no se correspondía con la del Reich y esto se ve en los documentos”.
Todavía faltan todos los documentos para poder decir con certeza el número exacto de los judíos salvados que recibieron visados de tránsito búlgaros, explica el historiador:
“Este era un billete para la salvación para ellos. Recibiendo este visado ellos podían llegar primero a Turquía y de allí a Palestina. Se ha comprobado que a través de Bulgaria pasaron unos 12.000 judíos. Yo personalmente creo que esta cifra podría alcanzar 15.000. Hablamos de un momento sumamente importante y del importantísimo papel de Bulgaria en una situación muy crítica durante la Segunda Guerra Mundial”.
El historiador opina que es necesario que la recopilación sea traducida al inglés. Dice convencido que esto no será muy caro, porque la mayoría de los archivos nuevos que se utilizaron son en inglés, exceptuando los documentos búlgaros y los alemanes.
Versión al español de Hristina Táseva
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