En vísperas del 105º aniversario de la fundación del Ejército Rojo, la placa del Monumento al Ejército Soviético en Sofía fue rota por un hombre de 61 años como forma de protesta contra la guerra de Rusia en Ucrania. En vez de ser sancionado por el acto vándalo, el autor del crimen se convirtió en una estrella mediática y se desencadenaron pasiones rusófobas. Aunadas por la idea del desmontaje del Monumento, las fuerzas políticas vislumbraron la cómoda posibilidad de hacerse publicidad antes de las elecciones.
Muy rápidamente reunieron votos en el Consejo Municipal de Sofía y resolvieron que el monumento sea trasladado al Museo del Arte Socialista. El día de la votación, cientos de búlgaros se reunieron frente al Monumento y la sede del Consejo Municipal de Sofía para oponerse a la resolución. Su principal argumento era que no se trata de un monumento a Rusia, sino al Ejército Rojo, gracias al cual Europa fue liberada del nazismo.
“Entonces URSS era aliado de los EE. UU. y Gran Bretaña, señala Vanya Grigorova, experta en economía. No entiendo cómo en las cabezas de estos consejeros municipales conviven la reverencia hacia los EE.UU. y el rechazo del Monumento al Ejército Soviético. Este tipo de monumentos existen en toda Europa porque es innegable el papel del Ejército Rojo para el desarrollo civilizado y democrático de Europa. La UE no podría existir sin el Ejército Rojo. Otra cosa importante que se debe saber es que una enorme parte del Tercer Frente Ucraniano que entró en Bulgaria fue compuesto por 180.000 soldados ucranianos.
Por esto pregunto a los adversarios del Monumento ¿contra quién libran esta lucha? ¿Contra los EE.UU., que era aliado de URSS, contra Ucrania que formó parte de la composición del Ejército Rojo, o promueven los intereses geopolíticos de un determinado Estado?
Vanya Grogorova subraya además que los políticos llevan más de 30 años luchando contra monumentos y llama a aquellos de ellos que afirman que pueden gobernar con responsabilidad hacia los ciudadanos búlgaros que se orienten a los problemas reales de los búlgaros y que olviden las pseudo líneas divisorias.
A juicio del historiador Voiyn Bozhinov, ocuparse del Monumento es un paso político que puede salir de control:
“Creo sinceramente que algunos de los políticos se apresuraron a actuar a causa de las elecciones. Ojalá se muestren más prudentes cuando las elecciones terminen, pero el genio ya ha salido de la botella.
El destino del Monumento se convertirá en un chicle político para muchos de los políticos búlgaros de la derecha. El fascismo retorna bajo la forma de unos valores y como una idea de que todos debemos ser iguales en el cumplimiento de estos valores, unificándolo todo: la opinión y el modo de concebir al mundo”.
La profesora Mila Manolova ha expresado una postura similar:
“Desmontar el monumento significa olvidar los sucesos de la Segunda Guerra Mundial y regresar al fascismo. Todo lo ruso fue prohibido, la televisión rusa fue interrumpida, ¿dónde se quemarán los libros rusos que poseo? Quisiera ver y escuchar a ambos lados y hacer mis propias conclusiones, sin que alguien me dicte qué pensar, qué leer y qué hacer. Conservar la memora histórica es importante para nuestra supervivencia como una nación. Un pueblo sin memoria no es pueblo”.
Una considerable parte de los búlgaros que están en contra del desmontaje del Monumento expresan una postura neutral, como María Bunkin, graduada en teología.
“Para mí es importante recordar todo lo sucedido, tal como era, sin propaganda, sin tergiversar la verdad. Destruir monumentos es vandalismo, a mi juicio. Los monumentos deben permanecer tal como son para que podamos recordar lo que sucedió y forjar nuestro futuro”.
Mientras que los adversarios del Monumento lo consideran un oscuro símbolo del totalitarismo que nos da una idea errónea del pasado búlgaro, los historiadores, como la Prof. Darina Grigorova, destacan su papel tanto para la actualidad como para el futuro.
“El Monumento al Ejército Soviético no es un mero símbolo de la victoria sobre el nazismo. No debemos olvidar que es un monumento que marca el recuerdo del Holocausto ejercido sobre judíos, eslavos, gitanos, LGBT y es un poco extraño que Bulgaria, que salvó a sus judíos gracias a la Iglesia Ortodoxa Búlgara, la sociedad y el Gobierno, desee destruir el Monumento al Ejército Rojo que liberó a los judíos de los campos de concentración. Es una lógica extraña por no decir un olvido tergiversado. A las jóvenes generaciones se les inculca que se trata de un monumento al comunismo, pero se les ahorra qué hubiera sucedido si el Ejército Rojo, con participación búlgara, no hubiera vencido. Es parte de nuestra historia y de nuestra victoria”.
Versión al español de Hristina Taseva
Fotos: BGNES, Darina Grigorova, archivo personal
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