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Ester Vilems, una coreógrafa de La Haya que cree que el alma del búlgaro está codificada en los bailes folclórico

Foto: Archivo personal

La Haya, una ciudad en la parte sur de Países Bajos, centro administrativo y el lugar donde vive y trabaja la reina… Tal vez a nadie se le ocurre relacionar esta ciudad con el folclore y las tradiciones búlgaras. Es un hecho que en La Haya el interés por las rondas típicas búlgaras, joro y rachenitza y los ritmos búlgaros data de los años 70 y 80 del siglo XX. Entones era una época de elevado interés por el folclore y más especialmente por los bailes y la música de los Balcanes y el Este de Europa. Entonces en Países Bajos apareció toda una generación de profesores de coreografía que estudiaba y enseñaba a sus alumnos los bailes de los Balcanes, y las danzas búlgaras en particular.
Lamentablemente en Bulgaria se sabía y se hablaba muy poco de esto en los años antes de la caída del Telón de acero. Es un hecho, sin embargo, que coreógrafos de Países Bajos estaban presentes en la Cuarta Reunión Nacional de las Artes Tradicionales en Koprivshtitsa en 1981. Ester Vilems guarda recuerdos de esta primera visita. Es coreógrafa y profesora de bailes típicos búlgaros en La Haya. 

Ester Vilems ha visitado Bulgaria durante más de 25 años, ha presenciado la reunión de Koprivshtitsa en varias ocasiones y en 1988 comenzó a trabajar con menores y creó un conjunto infantil integrado por 12 chicas y 12 chicos. Lo denominó Dardos y organizó varias participaciones y visitas entre Bulgaria y Países Bajos. Estableció contactos con integrantes de los conjuntos folclóricos en Bulgaria. Al mismo tiempo en La Haya fue fundado un conjunto de bailes típicos Fiesta y sus corógrafos visitaban Bulgaria para aprender los bailes de Tracia y Dobrudzha. En este conjunto participaba asimismo Ester Villems y los trajes tradicionales búlgaros que vestían los bailadores fueron enviados de la región de los Shopes. Esto motivó a la futura coreógrafa a vincularse para siempre con los ritmos búlgaros y con sus colegas de toda Bulgaria. 
Ester conoció las rondas típicas búlgaras cuando tenía apenas 19 años de edad. Dice que en aquel entonces eran un hit los bailes de los Balcanes, de Armenia, Israel, y otros países. Pero ella siempre distinguía la música de Bulgaria. “La percibía como una gran historia dramática expresada con la música. Cuando tocaban las gaitas descubría algo especial en este sonido”, dice Ester Vilems.
Esther Williams con las bailarinas del Club de Danzas Folclóricas
“En los bailes búlgaros se usan muchos movimientos distintos con las manos y con las piernas. Esto es difícil. Cuando uno es joven busca una vivencia, desea aprender algo nuevo y desconocido y el folclore búlgaro era más difícil en comparación con los bailes de Grecia y Rumanía y opté por este reto. Así me convertí en profesora de bailes folclóricos búlgaros. Deseo expresar mi gratitud al profesor Nikolay Tsvetkov y al Prof. Gueorgui Garov, los dos son de la Universidad de Blagoevgrad. Ellos me dieron la posibilidad de estudiar con la ayuda del Estado. Me matriculé allí en 2017 y terminé en septiembre de 2021. Era una gran aventura para mí ser estudiante en Bulgaria a los 65 años de edad. Estudiaba por correspondencia ya que la coreografía es mi profesión y con esto me gano la vida en La Haya. 

Aparte de las clases que imparto a migrantes búlgaros ahora trabajo como coreógrafa oficial en la escuela búlgara Santos hermanos Cirilo y Metodio en La Haya. Trabajo con muchos extranjeros que se muestran interesados y creamos un grupo de aficionados a las rondas típicas búlgaras. El baile, los pasos, el ritmo: esta es parte de la verdad para el alma del búlgaro, ésta es su historia”.
Ester Vilems ha dedicado muchas horas de su vida para estudiar y enseñar los pasos y para hacer coreografía con los bailes de Bulgaria. Cada visita a Bulgaria es una gran vivencia para ella y le agrada regresar a este país sobre todo por las personas jóvenes:

Es fácil decir qué es lo que más me gusta en Bulgaria: el aroma del aire en su país, la naturaleza y sobre todo las personas. Cuando un extranjero llega a Bulgaria, entra en una cafetería, dice quién es, de donde viene y muestra que habla un poco de búlgaro, entonces las caras de los búlgaros brillan y sientes una ola de hospitalidad. Todos me reciben como una persona de su familia. Esto no se puede ver en Países Bajos y lo echo muy de menos en mi país”.
Por Guergana Máncheva
Fotos:Ester Vilems, facebook.com/zoradenhaag


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