Así como ocurría antaño, continúa ocurriendo en nuestros días: el día de Nochebuena, desde primera hora de la mañana, hay un especial bullicio en todos los hogares, en torno a los preparativos de la cena más importante del año. En Bulgaria, esta cena, en vísperas del Nacimiento de Dios, excluye tradicionalmente los productos de origen animal pero ha de ser abundante y variada. Y los platos deben contar un número impar. Esta tradición se sigue respetando a día de hoy en la mayoría de las familias búlgaras. Retrocediendo más aún, en tiempos de nuestros ancestros, en las mesas era obligatorio incluir trigo cocido, alubias, sarmí de arroz o bulgur, y osháv (una mezcla de diferentes tipos de frutas deshidratadas). Alrededor se colocaban ajos, cebollas, fruta fresca, nueces y vino, y el lugar central de la mesa navideña estaba reservado siempre para los panes rituales tradicionales, cargados de simbolismo y portadores de mensajes de salud y fertilidad.
El pan más importante de todos es el llamado “pan de la Virgen” (Bogovitsa), al cual se refieren también como a “pan de Dios”, “bozhichnyák” o “santo”, y que está dedicado al hogar y al Señor. Las mujeres que amasaban estos panes de Nochebuena se vestían con sus mejores galas, se ponían una camisa nueva, y recitaban bendiciones pidiendo salud y prosperidad. Hoy nos encontramos con la etnóloga Anelia Ovnarska, quien nos cuenta más acerca de la cena festiva de estas fechas.
“En la cena de Nochebuena se suelen preparar tres tipos de panes rituales. El primero es la “pitka”, el tradicional pan redondo búlgaro, que puede llevar elementos decorativos o no, o puede incorporar en su acabado la simbología del sol. Pero siempre llevará escondida dentro una moneda, que será la “suerte” del próximo año. Se parte el pan y se coloca un trozo delante del icono de la Virgen, y otro en algún lugar elevado de la casa, en nombre del poder divino”, explica Anelia Ovnarska.
Este pan ritual se preparaba con “agua callada”, un agua que debía traerse desde el pozo en completo silencio, intacta. Y también se empleaba la harina de trigo más pura y fina, que debía tamizarse al menos tres veces con unos tamices de seda. En algunas regiones, el afortunado al que le tocaba la suerte de la moneda, tenía que gastarla en algo relacionado con su hogar. Y, si le tocaba a alguno de los invitados, el dueño de la casa debía “comprarle” la moneda sortuda, para que la buena dicha se quedase con su familia”.
El segundo pan que forma parte de la cena tradicional, está relacionado con el día a día, y las tareas en torno a la vida rural:
“Se trata de un pan muy curioso que presenta una abundante y expresiva decoración. Ésta suele estar inspirada en los animales de la granja, y los pesebres. Se relaciona con la agricultura y la cría de animales. En el pan se ven representados un arado, espigas de trigo, una oveja, un establo, y diferentes animales”.
“Y el tercer pan ritual lo solían preparar las jóvenes de la familia que aún no se habían casado. Estos eran los panes especiales llamados kolatsi, o las roscas que se ofrecían a los koledari. "
En el pasado estos panes rituales eran típicos en todo el territorio étnico de Bulgaria - sobre todo el que representa la vida rural de la gente de esa época”, añade la Dra. Ovnarska.
Antes de que toda la familia se sentara a cenar en la mesa de Nochebuena, el mayor de la familia decía una oración y bendecía la casa y la comida con un incensario. Después se partía el pan, y se inauguraba la cena. Pero, ¿de donde viene la costumbre del número impar de los platos? Nuestra invitada lo explica así:
“Se cree que el número de platos en Nochebuena debe ser un número impar: 7 ó 9. Pero a menudo vemos que se hace mención también al número 12. Desde el punto de vista folclórico, los números impares destacan por su inconclusión, lo que se relaciona con la vida. Y el número 12 en sí, que es par, simboliza los 12 meses del año. Aunque, yo personalmente tengo mi propia teoría y me atrevo a opinar que los números impares pueden interpretarse como algo “inmedible”. Es decir, cuanto más, tanto más. En general, la comida que se pone en la mesa en Nochebuena es siempre una selección de lo mejor que ha producido la tierra, y que la gente ha guardado especialmente para esta ocasión. Allí encontraremos la mejor calabaza, las mejores manzanas… para el pan se habrá usado la mejor de las harinas. En este sentido, podemos considerar estas costumbres como un “dar para recibir”. Ofrecemos todo lo que tenemos, sin medir. Queremos dar lo más posible, para recibir después, respectivamente, más y mejor ”, concluye así Anelia Ovnarska.
Autor: Veneta Nikolova
Versión en español: Alena Markova
Fotos: Anelia Ovnarksa
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