Iván Stoyanov es un búlgaro de Besarabia. El equipo de Radio Bulgaria se reunió con él en el templo búlgaro san Sofronio de Vratsa donde fue preparado el podcast Puente de la fe dedicado a la comunidad ortodoxa búlgara en Lyon, en Francia.
Iván, su amable esposa, sus dos hijos y su hija pequeña nos llamaron a atención por la unidad, el cuidado y el trato muy cálido de la familia. Su trato cordial hacia el resto de los búlgaros y sobre todo su actitud respetable durante la misa no podían pasar desapercibidos. Nuestro compatriota es de Moldavia, vive en Francia desde hace 15 años, y su familia se ha asentado en Bordeaux. Se graduó por la escuela teórica Iván Vazov en Taraklia, en el sur de Moldavia, y después logró ganar una de las dos plazas para la comunidad búlgara allí para formación superior en Teología. Así Iván se trasladó a Bulgaria y se graduó en la especialidad de Teología por la Universidad de Shumen.
Mientras cuneta su historia sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda a su padre quien nunca vio Bulgaria, pero vivía con gran amor por el país. Recuerda las palabras que le dijo él cuando se despidieron antes de su viaje a Shumen: “Cuando llegues allí, besa la tierra, hijo”. La besó. Cuando se encaminó a Francia tomó consigo un poco de esta tierra sagrada para él y para sus familiares para mantener vivas sus raíces.
Se trasladó a Francia por razones prosaicas: deseaba encontrar sustento para sí y para su familia. Su propósito “era ganarse la vida y ganó la Vida”, como explica él mismo su fuerte lazo con Dios, que se consolidó en los días llenos de retos que tuvo que afrontar en el país extranjero. “Cuando estamos lejos valoramos nuestras tradiciones, el idioma, el amor paterno”, señala Iván y agrega:
“Esta es la razón por la cual estoy en la iglesia. Las tradiciones se guardan en el seno de la iglesia. Si decimos búlgaro, inmediatamente entendemos que se trata de un cristiano ortodoxo”.
Iván educa así a sus hijos, en el espíritu búlgaro que para él es equivalente al espíritu de la fe ortodoxa.
“Mis hijos saben que Bulgaria es un bello país, saben que las personas allí son muy buenas. Les cuento de los aspectos positivos de la vida en Bulgaria, cómo son las montañas, los bailes típicos, cómo rezan las personas, les cuento de la valentía de los búlgaros y ellos se sienten orgullosos por ello. Me conciben como padre y protector. Yo me doy cuenta de que sin Dios no soy ningún protector. Encomiendo mi vida a Dios”.
Enseña a sus hijos que también encomiendan sus vidas a Dios. En Él deben encontrar fuerzas, prudencia, esperanza y apoyo, y la oración siempre debe estar presente en sus vidas. Hagan lo que hagan deben comenzarlo con una oración y Dios debe acompañarlos en todo lo que hacen.
“Tengo tres hijos: Iván, Dimitar y Sofía. Cada mañana nos despertamos, nos abrazamos, decimos la oración Padre nuestro y vamos al trabajo y a la escuela. Regresamos a casa y antes de dormir de nuevo estamos ante los iconos, nos abrazamos, rezamos y nos acostamos”.
Cuando vuelve la mirada atrás en el tiempo hacia todo lo que le pasó, Iván se da cuenta de que Dios lo guio durante toda su vida y que no hay nada casual en ella. Entiende que Dios nunca lo abandonó, sino que le acarició, lo apoyó y le calmó en tiempos difíciles. Con su corazón ve y reconoce a Dios a todo su alrededor y esta presencia divina le da paz y alegría a su alma.
Iván cree firmemente que la vida de sus hijos y de los búlgaros conservará su “sal” solamente con las tradiciones ortodoxas búlgaras que mantuvieron viva la identidad de nuestro pueblo a lo largo de los siglos. Precisamente esta “sal” protege al mundo del deterioro, dice convencido Iván y recuerda las palabras del Salvador: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres”.
“¿Quiénes somos nosotros si abandonamos la fe? Debemos planearnos esta pregunta: “¿Quiénes somos sin Cristo? No tendremos sal. Seremos echados y pisoteados. Por esto mi deseo es que mi vida sea útil para las personas a mi alrededor como nos lo enseñó Cristo con su ejemplo”.
Fotos: Alexandra Karamihaleva, Darina Grigórova, shu.bg
Traducido y publicado por Hristina Táseva
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