“Un libro lleno de humor, pero también de verdades que pueden resultar dolorosas”: así define Peter Gueorgiev Ray su nueva novela El día en que perdí mi virginidad, cuyo estreno tendrá lugar el 6 de octubre en la galería Bulgari de Sofía.
Bajo el provocador título, el autor recrea sus impresiones sobre la juventud actual. A través del protagonista, convertido en su portavoz, se revelan “las capas de los deseos sexuales, la insatisfacción juvenil, los defectos de carácter, las decepciones y los anhelos”, según destaca la presentación del libro.
"Una generación que ha perdido su rumbo, una generación dominada por la apatía, la indiferencia, el narcisismo y la preocupación por su propia apariencia", añade el autor, cuyo nombre artístico es Peter G. Ray. "El oportunismo es lo que principalmente guía a los jóvenes, y las redes sociales los empujan hacia un pensamiento comercial, hacia metas e ideas relacionadas únicamente con lo material. Por supuesto, también hay chicos y chicas maravillosos, inteligentes, sensibles y dedicados, y no hay que generalizar".
Tras respirar por primera vez la libertad con la caída del Muro de Berlín, Peter Gueorgiev Ray deja atrás su carrera actoralque apenas comenzaba y se lanza al mundo con unos valores ya consolidados y adquiridos desde hacía tiempo, que su patria aún está por descubrir. Una conversación que escuchó por casualidad mientras rodaba un pequeño papel en una película reafirmó su intención de marcharse.
"En uno de los descansos estaba sentado en un banco en el pasillo y junto a mí hablaban Iván Andónov, Konstantín Kotsév, Kosta Tsonev y Vasil Mihaylov: las figuras más sólidas de nuestro teatro y cine", recuerda el artista. "En un momento dado, uno de ellos dijo: 'Si fuera joven, sin duda emigraría'. Y, como estaba casi dormido, di un respingo y me dije que, si estas personas, que habían logrado tanto en su profesión y eran tan queridas por la gente, querían emigrar, yo debía marcharme inmediatamente, porque, aunque algún día alcanzara su nivel, estaría tan insatisfecho como ellos. Ese fue el momento en el que tomé la decisión definitiva".
En Canadá, donde se instaló en 1991, le esperaba el destino común de muchos inmigrantes: fregar platos, depresión y la sensación de que “tienes una pistola apuntándote a la cabeza”. “Me dije a mí mismo que si mi trabajo no tenía que ver con el arte, volvería a Bulgaria”, cuenta.
“Cuando alguien tiene un gran talento artístico, en determinadas circunstancias puede cambiar de rumbo”, explica Peter Gueorgiev Ray. “Participé en cortometrajes estudiantiles, tuve acceso a cámaras, actores y directores de producciones hollywoodienses, pero pronto me di cuenta de que, con mi acento, siempre estaría en el banquillo de suplentes. Poco a poco empecé a pensar que tenía que cambiar mi forma de expresión artística y la poesía fue lo primero que se me ocurrió. Después, la prosa y la pintura llegaron por sí solas. Fue precisamente la pintura lo que me salvó”.
El resultado de la introspección y la búsqueda de nuevos talentos se mide hoy en día con 60 exposiciones, cuatro novelas, un libro de poesía y una obra de teatro. Un encuentro decisivo con el crítico estadounidense Kenworth Muffett y el reconocimiento como “el artista más original que ha aparecido en muchos años” le abrieron las puertas de prestigiosas galerías de todo el mundo.
“Este hombre valoró mucho mis cuadros desde el inicio de mi carrera artística y eso me dio valor y fuerza para continuar”, cuenta Peter Gueorgiev Ray. “Tuve que luchar contra el escepticismo, contra personas que me odiaban y me decían que, como creador, estaría condenado a la pobreza. En cuanto a mis cuadros, no los definiría como totalmente abstractos. Según Ken, he desarrollado el arte abstracto, porque en mi expresión visual hay también una narración, y no solo una impresión o una gama de colores”.
Aunque ha desarrollado sus insospechados talentos en un entorno extranjero y altamente competitivo, el artista está convencido de que, tarde o temprano, estos también se habrían revelado en su tierra natal. Hoy en día, Peter Gueorgiev Ray pasa cada vez más tiempo en Europa, donde aspira a mantener una actividad creativa más intensa. Su estancia allí lo acerca a Bulgaria, a la que, siguiendo el ejemplo de muchos representantes de la primera ola de emigrantes, sueña con regresar algún día. Subraya que en Canadá viven numerosos compatriotas exitosos -médicos, profesores, ingenieros, dentistas, agentes inmobiliarios- pero no deja de señalar un fenómeno exclusivamente local.
"Los búlgaros son personas muy luchadoras, pero no como comunidad", afirma categóricamente. "Somos luchadores independientes que luchamos y triunfamos por nuestra cuenta en nuestro propio frente.
Esto se debe, en parte, al complejo de inferioridad que muchos de nosotros sentimos hacia nuestra patria, porque cuando dices que eres búlgaro, que eres de Europa del Este, después de causar una buena impresión, siempre hay un ligero descenso en el nivel de exigencia. Muchos padres, por ejemplo, prefieren que sus hijos no aprendan búlgaro, lo cual me parece terrible".
Versión al español y publicación por: Borislav Todorov
Fotos: Diana Tsankova, Facebook /Peter Georgiev Ray, rayart.ca
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