Desde hace cuatro años, Neli Itskova es profesora de historia y geografía en la escuela dominical búlgara “Peyo Yavorov” en Bruselas. Nos cuenta que ha recorrido un largo camino hasta hacer realidad su sueño: trabajar con niños. Se licenció en Pedagogía en la Universidad “Obispo Constantino Preslavski” de Shumen. Inmediatamente después de obtener el título de profesora, Itskova comenzó a buscar trabajo en las escuelas de su región natal, Razgrad, pero no tuvo suerte.
“Especialmente en los años en que me gradué, 2013, 2014 y 2015 era absurdo encontrar trabajo como profesora. Pregunté en la escuela de mi pueblo natal, Rakovski, en Razgrad, pero era muy difícil que se liberara un puesto de maestra y dárselo a alguien sin experiencia. Entonces empecé a trabajar en una fábrica. Fabricábamos cables que se exportaban al extranjero. Trabajé en la producción durante un tiempo. Después, trabajé varios meses como dependienta”, cuenta nuestra compatriota.

En 2020 Neli Itskova decide buscar una realización profesional en el extranjero.Elige Bélgica porque sus padres viven allí desde hace años y puede contar con su apoyo en el camino hacia la realización de su sueño: convertirse en profesora. Llega a Bruselas horas antes de que se cierren las fronteras debido a la primera ola del coronavirus.
“Llegué aquí en marzo de 2020. Recuerdo la fecha: 13 de marzo, porque al día siguiente se cerraron las fronteras. Todo estaba ya bloqueado. Ese periodo fue muy difícil y duro para mí a nivel personal. Lo que le pasó al mundo entero, que todo estuviera bloqueado, simplemente no sabía qué camino tomar. No tenía ni idea de cómo continuar. Todo estaba cerrado. Ni siquiera pude registrarme aquí en Bélgica durante varios meses. El 2020 fue un año difícil. Al año siguiente, las cosas empezaron a mejorar. Empecé a trabajar como limpiadora; trabajé nueve meses en la limpieza porque era la única opción que tenía para empezar a trabajar y conseguir un documento. Empecé absolutamente todo desde cero...”, cuenta la joven.

Tras un periodo de pruebas y dificultades, el destino le da una oportunidad a Neli Itskova. En 2021, en la escuela dominical búlgara de nuestra embajada en Bruselas, queda libre una plaza de profesora y nuestra compatriota empieza a trabajar allí.
“Había gente a mi alrededor que me decía: ‘Puedes presentar tu candidatura en la escuela búlgara, porque hemos oído que buscan profesores allí’. Pero yo siempre me repetía que no tenía ninguna experiencia. Sí, tengo un título, pero no había tenido la oportunidad de trabajar con niños. Una cosa es aprenderlo en teoría y otra muy distinta es estar delante de los niños: hay una gran diferencia.
Recuerdo muy bien que era el mes de abril y estuve tres días pensando si enviar mi currículum y mi carta de motivación. Los escribí, pero se quedaron tres días en el ordenador porque no me sentía segura de mí misma. No dejaba de repetirme que no tenía experiencia. En un momento dado, me armé de valor y los envié. Ese mismo día me llamó por teléfono la señora Valentina Naydenova de la escuela búlgara. Se presentó, hablamos y, gracias a ella, tuve una oportunidad y empecé a trabajar en la escuela búlgara, primero enseñando dos horas y luego con más.”
Hoy en día, ser profesor es un reto y una prueba, dice Neli Itskova. El profesor no solo debe ser pedagogo, sino también psicólogo.

“Lo que he observado durante los últimos cuatro o cinco años aquí, en la escuela búlgara, es que en 5.º y 6.º grado los niños son más obedientes: prestan atención, escuchan, son curiosos y están muy informados. Sin embargo, en 7.º y 8.º grado las cosas cambian radicalmente. Volvemos de las vacaciones de verano y veo lo mucho que han crecido. Veo los cambios en su carácter; ahora les interesan cosas completamente diferentes. Tenemos que ser maestros, magos, para mantener su atención de alguna manera. Están completamente absortos con sus teléfonos. Físicamente, sí, están presentes, pero sus pensamientos están a kilómetros de distancia. Es mucho más difícil mantener su atención en 7.º y 8.º grado. Luego veo cómo cambian las cosas en 9.º y 10.º grado. Se han calmado un poco. Ya se dan cuenta de que deben tomar decisiones más serias sobre sus estudios. Algunos de los niños dicen de antemano que volverán a Bulgaria y que necesitan una calificación en historia y geografía”, dice la profesora.
¿Es más complicado el trabajo de los pedagogos que trabajan con niños bilingües?
“No lo creo. Incluso diría que es una ventaja. A veces, cuando hablamos de algo sobre Bulgaria y al mismo tiempo se menciona otro país u objeto geográfico, ellos ya lo saben. Ya lo han aprendido en la escuela correspondiente, ya sea francesa o flamenca. Los niños incluso me dan más información”, comparte Itskova.

¿Cómo se enseña la historia de Bulgaria y la geografía a los niños que crecen lejos de nuestro país?
“En quinto grado muestran un gran interés por la historia de Bulgaria. Quieren aprender datos curiosos sobre los khanes de Bulgaria. Y en sexto grado continúa esa curiosidad. Mientras que en séptimo y octavo curso se alejan un poco y dicen: ‘No lo necesito, pero mis padres me obligan’. Posteriormente, estos niños se dan cuenta de que es muy importante conocer la historia de Bulgaria, conocer sus raíces. A veces, la historia les resulta mucho más interesante que la geografía... Hay temas sobre los que discutimos, pero les despiertan la curiosidad y buscan información en Internet.

Cuando llegamos al tema del Renacimiento, les resulta muy interesante. Quiero recrear de alguna manera el ambiente que se respiraba hace cientos de años. En lugar de escribir sobre arena, escribimos sobre sal con un palito. En realidad, las escuelas dominicales son la versión moderna de las escuelas de celda (escuela en la celda de una iglesia). En la actualidad hay muchos niños búlgaros que han nacido fuera de Bulgaria y, gracias a las escuelas dominicales, siguen aprendiendo el idioma búlgaro, la historia de Bulgaria y la geografía. Estos ejercicios que hacemos quedan grabados en su memoria y les resultan muy interesantes, sobre todo escribir con pluma y tinta”, comparte Neli Itskova.
Neli Itskova está contenta con lo que ha logrado hasta ahora: sigue adquiriendo experiencia profesional y, además de en la escuela dominical búlgara, desde hace algún tiempo trabaja como profesora auxiliar en una escuela belga.
“Poco a poco se me fueron abriendo nuevas oportunidades. Todavía me queda mucho por aprender, pero estoy satisfecha con lo que he logrado en los últimos años. Por supuesto, aún me queda mucho por aprender, porque estoy al principio del camino”, afirma al final de la conversación la profesora búlgara en Bruselas.
Fotos: Daniela Goleminova, Escuela búlgara "Peyo Yavorov" en Bruselas
Versión al español y publicación por Borislav Todorov
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