El padre Yulián Ánguelov no acepta que le llamen "apóstol" o "misionero", aunque para muchos sea precisamente eso: el mensajero de Dios en este mundo para evangelizar su Palabra. Se hizo sacerdote en su diócesis natal de Vidin, en el noroeste de Bulgaria. Y a través de la diócesis de Europa Occidental y Central de la Iglesia ortodoxa búlgara comenzó su servicio para la catedral de Berlín. Más tarde fundó la congregación eclesiástica búlgara de Hamburgo, y las congregaciones de Colonia, Leipzig… Durante años estuvo viajando varias veces al mes para servir allí, hasta que la comunidad eclesiástica se fortaleciera y encontrara a otro sacerdote que se hiciera cargo de ella. Con su característica naturalidad y falta de pretensiones, él dice que su principio en la vida es el de "trabaja por trabajar, pero no te quedes quieto. Pasará lo que tenga que pasar”. Así lo comparte el padre Yulián Ánguelov en una entrevista especial para el podcast “Puente de la Fe” de Radio Bulgaria:

"Cuando uno trabaja, cuando rompe cuatro pares de zapatos, las cosas empiezan a salir bien. Es inevitable. Así que hay que trabajar, y ya decidirá Dios quién es apóstol, quién no, y quién es qué. Porque nuestros pecados no son pocos. Tenemos que estar haciendo algo, de lo contrario nos quedaremos con nuestros pecados y con un par de zapatos nuevos sin estrenar".
El padre Yulián Ánguelov ciertamente no se quedará solamente con unos zapatos nuevos. Él ha roto más de uno o dos pares de zapatos cruzando los aeropuertos y las carreteras de Europa. A menudo él acompaña al metropolita Antonio de Europa Occidental y Central en sus viajes por toda la diócesis, yendo a una u otra comunidad eclesiástica.
En 2020-2021, además de sus compromisos en Alemania, el metropolita Antonio le confió el cuidado de la comunidad eclesiástica búlgara de Ginebra, y de los búlgaros de toda la parte francófona de Suiza. Desde entonces el padre Yulián Ánguelov va allí una vez al mes para celebrar la Santa Misa, hace viajes extraordinarios para ofrecer misas conmemorativas, exequias, bautizos... y recorre cientos de kilómetros para visitar a los búlgaros de las comunidades locales para cuidar de sus almas cuando se enfrentan a un reto, y ayudarles a recuperar la paz.

¿Qué le motiva a sacrificar parte del tiempo que podría haber dedicado a su familia o a sus feligreses en Berlín, a dejar a un lado su propia comodidad y conveniencia, e invertir además una cantidad considerable de dinero?
"Me motiva la propia gente. Me motiva recibir el amor de las comunidades, y ver que es mutuo. Este amor te hace volar, aterrizar, hacer milagros que apenas podrías imaginar - en forma de energía, de amor o de afecto entre los propios feligreses, y entre todos ellos y el sacerdote. Son como niños, no puedes dejarlos. Este amor te da fuerzas. He estado sirviendo con fuertes dolores lumbares: volvía a casa desde Ginebra y el martes me operaban. No podía mantenerme en pie, pero el amor es más fuerte que todo lo demás", concluye el padre Yulián.
En cada región de Europa, los búlgaros se enfrentan a problemas diferentes, y los retos a los que él se enfrenta como sacerdote y mentor espiritual suyo también son diferentes. El padre Yulián destaca que en Ginebra, a diferencia de otros municipios, los búlgaros no tienen problemas sociales como lo son la vivienda, la sanidad o el trabajo. Sus problemas son de otra índole. En su mayoría, son personas con una muy buena remuneración: ocupan buenos puestos en el sector bancario, o en fondos de alto riesgo, pero allí las cosas son muy dinámicas, tienen enormes responsabilidades y asumen grandes riesgos. Por eso el sacerdote no deja de recordarles que el dinero no lo es todo, "que ahí están el segundo y el tercer componente de la antropología humana", que el hombre también tiene un alma y un espíritu inmortales.

Como sacerdote ortodoxo, él debe explicarles que muchas cosas no dependen de ellos, que deben acompañar cada acto suyo con una oración. Que cuando ganen no deben olvidarse de dar gracias a Dios, y cuando pierdan han de encontrar la fuerza para decir, como Job en el Antiguo Testamento: "El Señor ha dado; el Señor ha quitado, ¡bendito sea el nombre del Señor!"
"Esto es lo que estamos aprendiendo. Allí todo el mundo tiene casa, trabajo, dinero, sueldo, familia, etc. No tienen los problemas básicos que tiene el resto de la gente, pero claro, así lo ha dispuesto el maligno, para que puedan perder sus almas inmortales.
El nivel de vida no determina la salvación de una persona. El trabajo en Ginebra es muy diferente. Puede durar hasta las nueve de la noche, pueden tenerte allí de nuevo el sábado, y el domingo, Dios no lo quiera, puedes morir... Y entonces puede resultar que cuando te has ido lo hacen el doble de bien sin ti, y tú te pensabas que sin ti no podían. Todo el tiempo el sistema te está diciendo "vamos, vamos, vamos" y tú sudas, y sudas, y finalmente todo eso te lleva a la tumba. Te vas tú y el sistema atrapa al siguiente, y vuelta a empezar. Y sin embargo la salvación no está ahí, sino en otra parte: cuando te tomas tu tiempo, cuando ralentizas y te paras a pensar. Si rezas por la mañana, al mediodía y por la noche las cosas no serán así, y verás algo que de otro modo no podrías comprender".

El padre Yulián explica que en nuestro tiempo la riqueza tiene otras dimensiones y que tener un trabajo muy bien pagado no significa ser rico, porque la vida en Ginebra y en otras ciudades de Occidente es cara: los impuestos son altos, las deducciones sociales, los alquileres, los precios... "Te quitan el 80% de lo que ganas. Con la misma generosidad que te lo dan, te lo quitan. Yo no creo que merezca la pena vender tu alma por algo así. No merece la pena hacerlo por lo que fuera, porque el alma no tiene precio", es rotundo el clérigo.
En muy poco tiempo, bajo los cuidados y la dirección del padre Yulián, la comunidad eclesiástica se ha convertido en la comunidad búlgara más numerosa y más unida de Ginebra, y en la organización con mayor interés público. Se ha ganado la merecida confianza de las demás comunidades cristianas de la ciudad y de las autoridades locales. Pero los frutos más preciados de los esfuerzos del padre Yulián, de los miles de kilómetros recorridos, del tiempo y la energía que ha dedicado al servicio de la iglesia, esto son: el progreso de sus feligreses en su fe y su amor mutuo.
Autor: Alexandra Karamihaleva
Traducido y publicado por Alena Markova
Fotos: Alexandra Karamihaleva
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