Ridiculizado y estigmatizado, el cerdo ocupa un lugar importante en la vida y en el folclore de los búlgaros. Tradicionalmente, en toda hacienda campesina eran criados al menos un par de cerdos, uno de los cuales se sacrificaba en Navidad, tras el ayuno de 40 días que precedía esta festividad cristiana. El sacrificio del animal, la elaboración y la preparación de la carne para el consumo tenían carácter ritual y se atenían a normas muy estrictas. En el día de la matanza del cerdo, a primera hora de la mañana se reunían en la casa del dueño del animal los vecinos y los amigos para ayudarle en la faena. En cada pueblo había unos cuantos expertos en la matanza de animales, que también eran invitados a participar. De hígado, carne y grasa del animal, las mujeres de la casa preparaban manjares tradicionales que juntaban a los varones en torno a la mesa. Al día siguiente, el rito de la matanza se repetía en otra casa del pueblo y así, en la práctica, los vecinos se pasaban un mes seguido en festejos y banquetes, con lo cual se consolidaban los vínculos que unían a los miembros de la comunidad campesina.De la cabeza y las manitas del cerdo se preparaba un cocido que se dejaba enfriar y melificar, y se guardaba para servirlo como manjar ritual en San Basilio, el 1 de enero según el calendario cristiano ortodoxo, una vez incensado por el hombre de mayor edad en la casa. Era la única oportunidad en que se incensaba y santificaba carne del cerdo, considerada por regla impura e indigna de ser utilizada para sacrificios.
Según la creencia tradicional, el cerdo tiene la capacidad de predecir el tiempo. Se creía, por ejemplo, que al avecinarse una tormenta de verano o de invierno, el cerdo recogía en su hocico astillas que se llevaba a su pocilga. Algunos cuentos tradicionales presentan al cerdo como muy listo e inteligente. Apresado por un lobo que se disponía a comérselo, un marrano se ofreció a tocarle un poco a la gaita al temible depredador antes de morir. El lobo, sonso, como es según la noción tradicional de los búlgaros, aceptó la oferta del marrano y lo soltó, y éste comenzó a chillar con tal fuerza que lo oyeron todos los perros del pueblo y acudieron para salvarlo.
Versión en español por Raina Petkova
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