Una taza de café, frambuesas y chocolate, combinados con una vista que corta el aliento. La pianista Dilyana Hristova lleva años buscando lugares similares tanto en Bulgaria como en el extranjero donde se siente en paz consigo misma y puede reflexionar o simplemente gozar del silencio. Cree que los milagros están por todas partes y está enamorada de la vida. Nació en Samokov y hasta hoy en día ofrece conciertos en su ciudad natal y apoya con donaciones al hospital. Sin embargo, su casa está en uno de los países más ricos del mundo: Suiza.
Su talento y su duro y detallado trabajo al interpretar las obras para piano le permiten trabajar como profesora en el Colegio privado Eglon, en uno de los más famosos centros montañosos Villars-sur-Ollon.
La vida de la búlgara no siempre era tranquila y no le desea a nadie los retos que tuvo que superar. Dio a luz a un niño y a una niña a los cuales criaba felizmente hasta el momento en el cual durante una visita a un centro de sanidad su hija se sufrió una infección intrahospitalaria que resultó fatal para ella. Después, vino la separación con su marido, así como nuevos problemas con la salud. Le descubrieron dos tipos de tumores en el cerebro. Los médicos le dieron oportunidades mínimas para vivir incluso si se sometía a una operación:
“Necesité mucho tiempo para recuperarme. Después de la operación que me hizo el Prof. Ventseslav Brusarski, me recuperé cas al 100% pero hay unos cambios en el cerebro y los médicos afirman que tal vez se trata de esclerosis múltiple, reconoce Dilyana. No puedo decir si es así, no presto atención a esto y creo que la música es un gran curador. Lo que noto es que después de mi operación, después de los momentos dramáticos que viví, mi música cambió de una manera que ahora impacta a un número mucho más grande de personas que antes”
Aparte de Suiza, donde lleva ya cinco años, Dilyana vivió 13 años en el mundo árabe, en uno de los más ricos países allí: Kuwait.
“Allí también trabajé en una escuela internacional, pero era fácil ya que había una gran comunidad de búlgaros, integrada por médicos y enfermeras que trabajan en un hospital militar. La organización de eventos era muy fácil. La Embajada era muy activa, teníamos una escuela de danzas folclóricas, se organizaban competiciones con platos típicos búlgaros. Todas las fiestas se celebraban, había televisión búlgara y con frecuencia se podía escuchar la lengua búlgara por las calles”.
El traslado a Suiza era tal vez como un choque cultural para ella:
“Cuando llegué aquí por primera vez aquí no me sentía en casa. Necesité mucho tiempo para acostumbrarme, dice Dilyana para Radio Bulgaria. No hay muchos búlgaros a mi alrededor y por esto me siento feliz que gracias a la iglesia (donde toca el órgano durante las misas), mediante la beneficencia y el colegio puedo difundir la cultura búlgara que es milenaria y merece que la conozca un gran número de personas”.
Una de las maneras para lograrlo es organizando conciertos con obras de compositores búlgaros como Petko Staynov y Pancho Vladiguerov.
“Durante el pasado mes de diciembre organizamos un concierto con la participación de músicos locales. Hubo un británico quien llegó especialmente para el evento y un polaco con quien hicimos arreglos especialmente creados para nosotros por el director Steven Tarry. Él está interesado en los ritmos balcánicos y hasta ahora ha hecho arreglos de melodías serbias, rumanas y búlgaras, pero no he tocado todo lo que ha hecho”, reconoce Dilyana Hristova y agrega: “Los utilizo para la orquesta que lidero en el Colegio a pesar de que los ritmos impares son muy difíciles. Les gustan, los cantan, pero cunado comienzan a tocarlos tenemos grandes problemas con la interpretación”.
“Para mí Bulgaria no es solo música, para mí Bulgaria es vida y nunca me olvidode esto”, termina diciendo Dilyana Hristova.
Fotos: Archvo personal
Traducido y publicado por Hristina Táseva
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