En 1992 una niña de Georgia recoge toda su vida en una pequeña bolsa negra de tela y huye de los horrores de los bombardeos. La guerra a través de su mirada - los recuerdos más escalofriantes que marcan una vida - esa es la historia que cuenta la autobiografía “Una bolsita negra de tela”, de la georgiana Ekaterina Kvaratsheli. En los tiempos de la guerra civil de Georgia (1991-1993) ella tenía tan sólo 13 años. Le tocó hacerse mayor demasiado pronto y cuidar de su hermana pequeña de 6 años en su ciudad natal, Sujumi. Su camino las lleva primero a la capital, Tiflis, y de ahí a Bulgaria, en 1993. Así, Katya lleva viviendo ya casi 30 años en la ciudad búlgara de Varna. Se gradúa en la Universidad de Economía de la capital marítima de Bulgaria y hoy es una exitosa empresaria que reparte su tiempo entre las dos empresas privadas que dirige, la traducción del o al georgiano, y el cuidado de sus tres hijos. Ella dice que su libro es el relato del largo camino desde el infierno de la guerra en Georgia hacia un nuevo hogar y una nueva vida, en Bulgaria.
Es inevitable hacer el paralelo entre los hechos de hoy día en Ucrania y el pasado de Georgia:
“La publicación del libro está relacionada con la guerra en Ucrania. Lo he estado escribiendo durante mucho tiempo. También le había prometido a mi abuela que lo publicaría, pero fue la guerra en Ucrania lo que me motivó a hacerlo definitivamente. Porque, al ver lo que estaba ocurriendo, eso era para mí un auténtico deja vu. No veo ninguna diferencia entre antes y ahora, excepto que, tal vez, ahora se le da voz a los hechos y la información es difundida muy rápidamente, y en mis tiempos nadie sabía lo que estaba ocurriendo en Sujumi. Lo peor de toda guerra es que quienes sufren son las personas normales y los habitantes de cada población. Unas personas que fueron incitadas a unirse a la lucha, incluido mi propio padre; voluntarios y gente que era convocada oficialmente, y obligada a combatir... Y los que más sufren son los niños que presencian estos horrores”, nos recuerda Ekaterina.
Al ver que la guerra no iba a tener la salida tan deseada, su padre encontró una manera de salvar a la familia, escapando en dirección Bulgaria. “Después de muchos esfuerzos y contactos hechos, él consiguió levantar una empresa exitosa en el área de las telecomunicaciones. También era competidor de rally y le trajo más de una victoria a Bulgaria”, cuenta nuestra interlocutora. Pero los recuerdos de la guerra jamás palidecen:
“Mi hermana recuerda todo lo ocurrido en aquella guerra pese a haber tenido sólo 6 años entonces. Cuando decidí terminar el libro, ya que mi actividad no está en el ámbito del arte - y la suya, sin embargo, sí - le pedí que dibujara una serie de escenas a lápiz, a modo de ilustraciones. No sabía si haría falta que le contara del tiempo que pasamos en el bunker, o en el aeropuerto, pero ella me dijo que lo recordaba todo. La escena donde nos encontramos en el aeropuerto es la más dura para todos, y ella me dijo que, por motivos puramente emocionales, no sería capaz de dibujarla. Entonces le pedimos que realizara esos dibujos a una ilustradora de Targovishte, que recreó las escenas basándose en nuestros relatos”.
El trabajo como traductora encontró a Ekaterina con muchos compatriotas suyos en Bulgaria, muchos de los cuales habían llegado aquí por los mismos motivos. Los georgianos cuentan incluso con su propio medio de comunicación: la radio georgiana en Blagoevgrad, donde Katya estuvo de visita con motivo de una entrevista relacionada con su libro.
La georgiana espera que su historia llegue a mucha gente. Desearía que los jóvenes, a pesar de lo digital del mundo en el que viven, sepan que a su alrededor hay personas que vivieron en lugares en que la amenaza sobre sus vidas era real. Ekaterina confiesa que un 90% de la tirada lo ha regalado personalmente a los que querían leer el libro. En cada una de las copias, Katya deja siempre el mismo mensaje: “Con un deseo por la paz”, porque sabe muy bien que esa bendición no la debemos dar por hecho.
Autor: Yoan Kolev
Versión en español: Alena Markova
Fotos: BNR Varna, archivo personal
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